martes, 23 de octubre de 2007

Sobre la sangre de los inocentes

A los 18 panameños y panameñas inocentes...

Hace un año, cuando vimos en televisión aquellas imágenes en directo, era muy difícil asimilar su crudeza. Es uno de esos momentos históricos, que siempre se recuerda el lugar y el momento en que uno se encontraba al verlo.

Eran seres humanos aquellos que perdieron sus vidas o sufrieron heridas terribles, seres humanos como usted, como yo, como cualquiera que se cruza a su lado cualquier día y que se ve en la obligación de utilizar el transporte público en nuestro país.

Aquel 23 de octubre de 2006, cuando todavía el gobierno babeaba de felicidad por haber engañado al pueblo una vez más en las urnas, en pleno centro de la Ciudad de Panamá, se desato un espectáculo tenebroso, donde murieron calcinados hombres, mujeres y niños, con historias, sueños, tristezas, alegrías, todos truncados aquella tarde.

Aquel día se desataron todos los demonios acumulados por muchos años de servicio deficiente, atropellos, desorden, caos vial, maltrato. Toda una tanda de problemas que ha tenido que enfrentar el pueblo, sometido al monopolio privado del transporte.

Este hecho, la subsiguiente impunidad que se ha entronizado, la falta de medidas fuertes para corregir el problema, son un reflejo más de la mafiocracia reinante en nuestro país, donde los empresarios del transporte se salen nuevamente con la suya, viendo protegidos sus intereses por el gobierno, frente al sufrimiento, incomodidad y explotación de millones de usuarios.

Los demagogos que dirigen la clase politiquera de nuestro país, se han mantenido en sus poses gubernamentales, llena de palabras sin fondo y acciones sin consecuencia sobre el problema.

Pasa el tiempo y todo sigue igual, después de la polvareda que se levanto inicialmente. Mientras que no se recupere la esencia de servicio público del transporte y se siga manteniendo su carácter mercantil, los usuarios seguiremos siendo tratados como paquetes, los chóferes seguirán siendo explotados y los empresarios del transporte seguirán con el sartén por el mango.

La reforma de la ley del transporte –recientemente sancionada por el ejecutivo- fue tratada del mismo modo en que actuaron frente a la Reforma de la Seguridad Social, el remedio parece ser peor que la enfermedad.

La impunidad es moneda corriente en nuestro país, mientras que la justicia es pulga de perro flaco. Los eslabones más delgados de la cadena están esperando juicio próximamente, mientras que empresarios y funcionarios de alto nivel involucrados, siguen rampantes en sus negocios, que fértiles crecen sobre la sangre de los inocentes.

Debemos partir de la justicia, pero de una que alcance a los poderosos, sino toda propuesta será una ilusión más de campaña.

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